Historias de vida de la pandemia 1: Testimonios 1 a 5



A partir de una iniciativa de la Biblioteca Universitaria, como os contamos anteriormente en Artillería de libros,  la URJC está recogiendo testimonios personales sobre la pandemia y el confinamiento a causa de la Covid-19, entre el 15 de junio y el 15 de julio.

Se pretende, así, registrar un relato intersubjetivo de un hecho tan excepcional como doloroso y, también, compartirlo en directo en las redes sociales y en otros canales de comunicación oficiales de la Universidad. Por eso, además de en la cuenta de twitter de la Biblioteca, empezamos a publicar en este blog los testimonios recibidos, según su orden de llegada, con el propósito de darles la mayor difusión posible.

Te animamos a que los sigas y, también, a que si lo deseas, antes del 15 de julio, nos envíes el tuyo (como texto/imagen/audio/vídeo)  a la siguiente cuenta de correo de la Biblioteca universitaria biblioteca.fuenlabrada@urjc.es. 


TESTIMONIO 1


SIN TÍTULO


Un día, de repente, la vida cambia de una manera que nunca hubieras podido imaginar. Te preguntas, ¿estoy despierta o es un sueño?

No terminas de entender lo que está pasando, pero sabes que lo primero que necesitas es saber que la gente que quieres está bien.

No puedes ir al trabajo, no puedes salir a la calle y el miedo te acorrala más y más.
Miedo… Sí, he pasado mucho miedo, y aún hoy lo tengo.

Echando la vista varios meses atrás, veo que no solo ha existido el miedo, también ha habido momentos de mucha felicidad. He revivido de alguna manera la infancia de mi hija, con lo bueno y lo malo, pero no sé por qué extraña razón me quedo con lo bueno.
He reafirmado los sentimientos hacia todas las personas que son importantes en mi vida, y a las que he tenido a mi lado cuando las he necesitado.
Anónimo


TESTIMONIO 2

CINCO DÍAS Y UNA BOFETADA DE REALIDAD

Es lunes 9 de marzo y en el desayuno, como cada mañana, hablamos sobre las noticias actuales:

-¿Habéis visto lo que ha pasado en Italia este fin de semana? Les han obligado a encerrarse en una región del norte, como a los chinos.

-Están locos, mira que encerrar a la gente para no pillar una gripe.

-Y la gente en casa con miedo... yo flipo, ¡qué exagerados!

-A mí ya pueden venir a encerrarme, si no yo no me quedo todo el fin de semana en casa sin salir.

Es martes 10 de marzo y en el whatsapp familiar, como cada tarde, comentamos nuestros días.

-Empiezo a ver gente con mascarillas por el metro y por la calle. ¿Os parece normal?

-La gente ‘está de la olla’, no hay que volverse paranoico que no es para tanto, por Dios.

-Quieren meternos miedo en el cuerpo, para variar.

-Los políticos, que necesitan titulares para que el circo siga funcionando.

Es miércoles 11 de marzo y encuentro un artículo sobre la curva de contagio en 1918, también un vídeo sobre el colapso sanitario en Italia. Decido compartir lo que he entendido.

-Familia, el problema no es la gripe. Veréis, dicen que en epidemias como la de 1918 [...vídeo casero explicativo...] así que el problema ahora es cuándo se actúa, para que la curva no suba demasiado en picado y, así, el sistema sanitario no se llegue a colapsar.

-¡Ostras! pues no lo había pensado. Claro que la gente que tuviese un accidente... si está colapsado... ¡menudo problemón!

-¡Gente! Vamos a tener que ir pensando en irnos a trabajar a casa, por lo visto el problema es la curva de contagios, no la gripe misma, porque [...explicación larga...]"

-¡Na!, aquí no nos dejan trabajar desde casa ni aunque se cayera el cielo. ¿Y no poder controlar lo que hacemos? Ni de coña, es superior a ellos.

Es jueves 12 de marzo y empiezan a oírse noticias que hablan de posible confinamiento, se oyen campanas en Madrid y la cosa se afea aquí, en Barcelona, al mismo ritmo.

-Bueno, chicos, vamos a ir preguntando por los accesos en remoto al departamento de seguridad, quizá haya que irse a casa la semana que viene algún día.

-¿No podemos quedarnos ya mañana en casa?

-No, de momento hay que venir a trabajar. Hasta que no hagan comunicado oficial desde arriba, tenemos que seguir yendo a la oficina.

-Pero ¿y los que tienen problemas de corazón o los asmáticos? ¿No se pueden ir a casa incluso hoy? Vamos, si yo fuera ellos no me lo pensaba dos veces, hablamos de salud. Yo cogía las cosas ahora mismo y que me vayan gestionando el acceso remoto, de momento puedo seguir trabajando en casa.

-Tú eres un sindicalista, ¡anda ya!. Esto es una gripe, no el fin del mundo.

-No es sindicalismo, repito, es salud. Ellos son casos de riesgo y el problema no es la gripe, es la curva de contagio, el colapso sanitario y lo que eso conlleva. Dicen que vamos a tener que encerrarnos quince días.

-A mí ya puede venir a encerrarme el ejército, yo no me encierro en casa quince días ni aunque me paguen.

Es viernes 13 de marzo y se informa oficialmente que el estado de alarma y el confinamiento empezarán antes del próximo lunes.

-¡Madre mía, quince días en casa... me va a dar algo! ¿Qué leches hago yo quince días en casa?

-Igual acaba siendo más, espérate..

-Quince días es mucho encierro, más que eso es imposible... no se puede parar el mundo así.

Luis Carlos Pastor Sánchez




TESTIMONIO 3
SIN TÍTULO

Son momentos duros. En las noticias hablan de lo que está pasando en China, pero en ningún instante se me pasa por la cabeza que nos pueda ocurrir lo mismo. Los días previos al confinamiento empiezo a ver señales que me ponen en alerta: las “tiendas de los chinos” comienzan a poner carteles de cerrado por reformas, cerrado por vacaciones y, la verdad, esto no es nada habitual porque estamos acostumbrados a que abran todos los días y hasta altas horas de la noche.
Empiezan a llegar noticias de nuestro país sobre el número de contagios, el número de muertos, el sistema sanitario desbordado, y yo sola en casa, tan cerca pero a la vez tan alejada de los míos, pero siendo consciente de que soy una de las personas afortunadas que puedo mantenerme lejos de la angustia del día a día en la calle, al no pertenecer al personal esencial y al que les debemos tanto y, a su vez, tener la posibilidad de acogerme al teletrabajo.

Tomo la decisión de ver una vez al día las noticias para no desquiciarme ante tanta preocupación por mi familia y amigos, pero también me doy cuenta de que existe un hilo invisible que me une a mis vecinos, a todos los que estamos pasando por lo mismo y no me siento tan sola.

Para aliviar esas sensaciones que en ocasiones me han paralizado, decido mantener mi cabeza ocupada con el trabajo, leyendo, estudiando y, gracias a eso y a hablar a diario con mi familia y amigos, consigo poco a poco que esas emociones nada productivas se vayan diluyendo paulatinamente.

Con el pasar de las semanas voy conociendo datos alentadores, recibo con alegría la recuperación de amigos que lo han pasado francamente mal, pero que ¡lo han superado! Los días ya no me parecen tan tristes, comienzo a oír los gritos y las risas de los niños nuevamente. La ciudad empieza a despertar de ese letargo obligado pero necesario. Pero tengo presente que no podemos bajar la guardia, esto todavía no ha pasado.

Estas son situaciones que te hacen valorar lo realmente importante de la vida. Espero saber apreciar esos detalles el resto de mis días. Aunque de vez en cuando me confunda de camino, espero tener claro cuál es el sendero por el que quiero ir y rectificar cuando sea necesario.

M.


TESTIMONIO 4


RECORDANDO EL CONFINAMIENTO

Anónimo

TESTIMONIO 5


HISTORIAS DE UNA PANDEMIA

A veces, mientras paseo -desde que nos permitieron hacerlo- encuentro imágenes que deseo memorizar como escenas significativas de un tiempo que difícilmente hubiéramos podido predecir hacer unos meses. En las últimas semanas tres son mis preferidas al recordarlas, que consiguen volver a despertar en mi mente lo insólito de nuestra vivencia. Por si fuera necesario no olvidarlo.

En la primera, a los pocos días de los comienzos de la desescalada -sólo este término ya daría cuenta de la nueva realidad que vivimos- contemplo a unos abuelos asomados al balcón en un piso bajo, casi a ras de calle. Abajo, una mujer joven y su pequeño conversan con ellos. Sus caras resplandecen. Imagen de los primeros encuentros, cara a cara y en la distancia. La felicidad a unos metros y casi alcanzándonos.

En la segunda, puedo ver en una terraza unas mascarillas tendidas con el resto de la colada. Confundidas con pantalones y camisetas, mezcladas al albur y en volandas, son un signo de esta novedosa existencia.

Y la última – pero seguro que podré ir memorizando más en el futuro- en un paseo por los parques recién abiertos me paro a mirar columpios y zonas infantiles acordonados por cinta plastificada. Recuerdan la escena de un crimen y su necesidad de mantenerlo a salvo de huellas contaminantes. El desamparo del juego compartido.

Marga Sánchez

Dejamos reflejados los cinco primeros testimonios recibidos pero seguid pendientes que muy pronto os ofreceremos más.

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